Nuestra parada en Yogyakarta no fue una casualidad. Había visto imágenes de los templos de Prambanam y Borobudur, ambos Patrimonio de la Humanidad y no iba a dejar pasar la oportunidad de hacerme mi foto de "yo estuve aquí" aunque fuera más bien un cuadro de "¿dónde está Wally?".

Llegamos a la ciudad a medio día y por primera vez íbamos sin planear nuestra ruta. Sabíamos que contratar allí mismo las excursiones podría salirnos más barato y nos arriesgamos. Nos alojamos en un hotel muy moderno. el Ibis Style Yogyakarta, (cuando fuimos era el All Seasons)   por unos 50€ la noche. Nos instalamos tranquilamente  y subimos un rato a la piscina de la azotea. No había nadie! solo los camareros del bar.

Fuimos a inspeccionar los alrededores. Estábamos en una de las calles paralelas a la vía principal de la ciudad así que esta vez lo teníamos todo cerca y podíamos movernos andando.

Optamos por ir por la parte trasera ya que apenas circulaban coches, pero si varios rickshaws como el de la foto.


Queríamos meternos en la vida más tradicional, pero a apenas unos pasos del hotel nos encontramos un homenaje a los 60...no puedo dejar de pensar en Scooby Doo al ver esta furgoneta! jeje.



La verdad es que sobre la ciudad de Yogyakarta poco puedo decir, tiene calles superdesiertas y de repente te encuentras la masa de gente, motos, rickshaws y hasta caballos, puestos ambulantes y todas las tiendas posibles concentradas en un mismo lugar: Malioboro: Bienvenidos al centro, solo una calle, todo un mundo.

Echamos la tarde viendo tiendas. Hubo una que nos encantó: Mirota Batik. Tiene 2 plantas y multitud de objetos curiosos y antigüedades. Creo que aquí estuvimos más de una hora. Acabamos cayendo en la tentación de llevarnos una marioneta.


Aquí dentro puedes ver la técnica de pintado de las telas ya que una mujer se dedica a ello de forma ininterrumpida con una especie de punzón. Además de antigüedades y souvenirs también venden textil, especialmente telas para hacer sarongs (las faldas


que llevan los indonesios).
Hay quien diría que es un poco agobiante ya que la visita mucha gente pero yo me entretuve bastante.

Continuamos nuestro camino hacia el final de la calle rumbo al Kratón. Llevábamos la idea de visitar el Palacio del Sultán y los baños, ya que eran lo único aparentemente relevante. Estaban a punto de cerrar y la imagen exterior no nos convenció demasiado así que al final no entramos.Por una vez no me arrepiento de haberme perdido algo. Quería improvisar un poco.

Ya estaba oscureciendo y empezaba la música en un parque mientras la gente se aglutinaba para verlo. Era un programa o gala en directo. Seguimos de vuelta por Malioboro para buscar un sitio donde cenar.


Un chico se nos acercó y empezó a darnos conversación. Quería llevarnos a una exposición de pintura para que compráramos algo. Algunas ciertamente valían la pena pero otras daban hasta pena. Pero, a ver quien le dice a un artista que su obra no vale un carajo. El arte es subjetivismo puro.
Nos escabullimos como pudimos metiéndonos en un centro comercial y este chico nos seguía. jaja que disparate, no se que especial interés había cogido con nosotros pero somos muy desconfiados y por eso nos escapamos. Aprovechamos para cenar en un japonés.

Luego nos fuimos al hotel donde conocimos a Deny, un chico de recepción que nos hizo el enorme favor de pasarme las fotos de la cámara a un pen drive, lo que le llevó casi 30 min! Fué super amable e intentó hablar con nosotros en italiano ya que había trabajado en un crucero por el Mediterráneo.  Es el mismo que esa misma tarde nos sugirió esperar a mañana para reservar un taxi en la agencia que estaba dentro del hotel para que nos llevara a los templos.

No puedo cerrar este post sin publicar esta foto de una vespa customizada. Tremenda eh! jaja.

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